jueves, 29 de mayo de 2008

El rey justiciero y su gusto mudéjar (I)

Cuando los árabes rinden la ciudad, ésta parece que contaba con 27 collaciones presididas por una mezquita cada una de ellas. En principio, Alfonso X decidió dejar las edificaciones de las mezquitas y simplemente cambiarle el culto de la religión islámica a la cristiana. Ocurrió que durante el reinado de Pedro I hubo un fuerte terremoto y, por su causa, la mayoría de las mezquitas se derrumbaron o resultaron fuertemente dañadas, con lo cual el rey ordenó construir en su lugar las iglesias correspondientes para el culto en cada collación. El estilo arquitectónico de ese momento era el gótico, pero además a Pedro I le gustaba como trabajaban los árabes y sus decorados, como bien lo muestra en el Alcázar. Así que construye todas las parroquias de las collaciones en estilo gótico-mudéjar. Ejemplo claro es la iglesia que se divisa al fondo cuando se anda por la calle Santiago, la lástima es que esté así de descuidada. Santa Catalina ofrece todos los elementos que caracterizan a ese estilo tan nuestro, tan del sur que es el gótico-mudéjar: el artesonado de su techo, la torre, la portada (aquella que fue añadida el año de la exposición iberoamericana procedente de la iglesia de Santa Lucía, pero que no desluce nada, sino más bien parece que se hizo para ella), la decoración... Además, es imprescindible ver tanto por fuera como por dentro su capilla sacramental, una de las grandes obras del tardobarroco que hizo Leonardo de Figueroa para nuestra ciudad, conteniendo todos los rasgos de ese genial artista que terminó de rematar el barroco sevillano (es estilo predominante en la ciudad junto al que hemos empezado a recorrer).
Después de esta iglesia que debemos luchar por recuperar, nuestro camino debe seguir por la calle Sol. Antes de llegar a la plaza de San Román pasaremos por delante del antiguo convento de los Terceros, sede actual de la hermandad de la Cena (ya será tratada en otro paseo más adelante). San Román es otro ejemplo de iglesia del siglo XIV, aunque debido a los deterioros recientes, pero sobre todo a los que se deben al incendio de 1936, quemándose prácticamente todo. De la planta y edificación original sólo quedan los pilares que sostenían la techumbre de madera, dos nervaduras góticas y sobre todo las portadas, resaltando la que da a la plaza del mismo nombre. La torre que también se salvo del incendio fue posterior, del barroco del principio del siglo XVIII.
Bajamos por la calle Socorro y desembocamos en la plaza de San Marcos, una de los iglesias gótica-mudéjar más bonita de la ciudad, con una torre esbelta y bella. Su constante rememoración de la Giralda se observa tanto en su torre como en su fachada, con una decoración mudéjar muy marcada, a imitación de la gran torre sevillana. Ejemplo a ladrillo vista de la forma de construir que tenían los árabes, es este ladrillo visto el que también le da ese parecido inmediato con la Giralda, más que ninguna otra iglesia gótico-mudéjar de la ciudad. Solo las tres esculturas de la fachada desentona en el tono gótico-mudéjar, ya que son añadidos barrocos, de ahí el buen estado que conservan con respecto a otras esculturas de portada de otras iglesias de este estilo (como podéis observar en la primera foto). Es necesario entrar en este templo y contemplar la curiosa utilización del tan árabe arco de herradura para separar las diferentes naves, con un tono blanco encalado muy sureño y mudéjar. Ya dentro de su planta basilicar de tres naves, no podemos irnos sin ver a San Marcos Evangelista, obra del gran Juan de Mesa.
Detrás de esta sublime iglesia se sitúa la plazuela de Santa Isabel (nombre también del convento que la preside, pero su visita corresponde a otro paseo), dulce representación de la plazuela sevillana. El paseo nos introduce en un entramado urbanístico de callejones que siguen el antiguo trazado de la ampliación que hicieron en su momento los almohades a la ciudad califal. Así, transitaremos por las calles Hiniesta, Vergara y Duque Cornejo hasta llegar a una de las iglesias que más sufrió en el periodo convulso de la 2ª república y Guerra Civil, San Julián. El tener muchos edificios anexos, no hacen ver en todo su esplendor el edificio completo, pero entrando en el templo encontramos obras de gran valía. Se puede contemplar un gran repertorio del escultor del siglo XX Castillo Lastrucci (las imágenes de la hermandad de la Hiniesta, la Hiniesta Gloriosa, La Piedad donde descansan sus restos), pero la escultura de mayor relieve es la Inmaculada de Alonso Cano que se sitúa en la nave del evangelio. Pero la historia del lugar donde hoy reside esta iglesia se extiende mucho en el pasado, porque parece ser que aquí celebraban San Leandro y San Isidoro sus concilios.
Continuará...




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